miércoles, 8 de febrero de 2012

Cómo proteger nuestro patrimonio

Credito:
Joan Lanzagorta

La protección del patrimonio es probablemente el área de las finanzas personales menos entendida por la población en general. En Estados Unidos, por ejemplo, país donde la cultura financiera es mucho más amplia, se sabe que nueve de cada 10 personas no cuentan con la cobertura adecuada para su patrimonio.
Desde luego, las cifras en México son mucho más preocupantes: más de la mitad de la población no cuenta con ningún tipo de protección (adicional a la que ofrecen las instituciones de seguridad social). De la parte restante, seguramente muy pocos son los que disponen de una protección completa y adecuada a sus necesidades.
Buena parte de esto se explica por dos razones: el bajo poder adquisitivo de la población, quien tiene otras prioridades (como comer, por ejemplo), y la falta grave de cultura financiera. Desde esta trinchera, lamentablemente, no podemos hacer mucho por la primera pero sí por la segunda.
Identificar riesgos
El primer paso, desde luego, es entender y lograr identificar los riesgos principales que podrían afectar seriamente nuestro patrimonio. Esto es esencial ya que, si no los conocemos, difícilmente podremos protegernos contra ellos. Por ello, debemos tener especial cuidado en este punto, ya que es muy probable que, de manera inconsciente, olvidemos listar muchos que son trascendentes. Por ejemplo: ¿cuántos de nosotros evaluamos la posibilidad de perder nuestro trabajo o de que se incrementen fuertemente las tasas de interés?
Una vez que los hemos identificado, debemos clasificarlos con el fin de decidir cómo podemos manejarlos. Dicha clasificación debe ser hecha tomando en cuenta dos factores principales: la frecuencia o probabilidad de que ocurra y la severidad en cuanto al impacto que podría causarnos ese riesgo. De acuerdo con su frecuencia y severidad, podemos tomar las siguientes decisiones:
Severidad alta con una frecuencia alta: por lo general este tipo de riesgos no son asegurables, por lo que es importante tratar de controlarlos o evitarlos.
Severidad alta con frecuencia baja: debemos tratar de reducir y/o controlar el riesgo, además de contratar un seguro que proteja nuestro patrimonio en caso de que ocurra un siniestro
Severidad baja con frecuencia alta: muchas veces es factible atender estos riesgos, tratando de reducir su frecuencia. En este caso, conviene retenerlos (con nuestro fondo de emergencias).
Severidad baja con frecuencia baja: Estos riesgos se pueden controlar y no causan un fuerte impacto en nuestras finanzas personales, por lo que conviene retenerlos (con nuestro fondo de emergencias).
Desde luego, debemos cuantificar la severidad potencial. A manera de ejemplo, quizá tengamos dependientes económicos y hayamos identificado el riesgo de qué pasaría con ellos en caso de que nosotros llegáramos a faltarles. Este riesgo puede ser cubierto con un seguro de vida, pero ¿qué suma asegurada necesitamos? Pues podríamos pensar que queremos cubrir el faltante de ingresos por lo menos durante cinco años, además del costo de la universidad de nuestros hijos. Esto podría darnos una idea de qué suma requerimos contratar.
Una vez que hemos detectado nuestras necesidades de protección, tenemos dos alternativas para protegernos:
retener los riesgos (es decir, asumirlos nosotros mismos, con nuestro fondo para emergencias) o bien transferir los riesgos (a una aseguradora).

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